Gracias a los claros que comienzan a verse entre las nubes ya tenemos decidido el rumbo a seguir para ir hacia el destino que pretendiamos cuando partimos de Cabo Verde: SO-SO. Es aterrador ver el barco rodeado de agua marrón, aunque nos consolamos bebiendo ron, el gran sustituto de la excesivamente diurética cerveza. Por otra parte ya estamos hartos del uso del cubo, aunque las aguas están calmas y al menos nos ahorramos lo de la cuerda... Cuando echamos la "poalá" por la borda al grito de "agua va" nos aterramos imaginando miles de candirús invisibles alrededor de la embarcación. Además debemos estar más cerca del río de lo que imaginamos, porque cientos de objetos flotan alrededor del barco golpeando con suavidad el casco: ramas, cajas, neumáticos, etc. Incluso alguno intuye que se aprecia algo de corriente.
El manitas grita... ¡¡¡ya va!!! y todos nos arremolinamos alrededor de la radio. Entre silbidillos se oye una voz en portugués que dice algo de astros... y mientras uno pregunta -"¿qué coño dice el brasileiro éste?"- el listillo contesta en plan políglota y afirma con prepotencia: -"ha dicho que el sol, la tierra y al luna están alineados"-. El gruñón le espeta -"Vale, además de políglota el listillo es astrólogo". La radio se apaga y silencia al brasileiro, pero vuelve intermitentemente y, entre los cortes acertamos a escuchar algo parecido a "el caudal está bajo" y "la luna en su momento óptimo", se oyen más seseos y silbidos y cuando el brasilero dice "llega la por..." se corta la transmisión de las noticias de la radio y el aparato queda mudo. -"¿La por?, ¿a qué tenemos que tenerle miedo?" dice uno.
Ante la ausencia de viento continuamos dejándonos llevar por al corriente. No vemos la costa por ningún lado, pero cada vez nos da más la impresión de que nos hemos metido de lleno en el gigantesco Amazonas. A este paso nos iremos a ver una ópera a Manaos.
De repente se oye un estruendo terrible, como el de una tempestad. Un sonido estruendoso cada vez más fuerte nos deja claro que algo chungo se acerca... empezamos a preocuparnos. De repente la radio vuelve y se oye "POROROCA". Dios mío, -pensamos todos-, el Amazonas acabará con nosotros, detrás de cada palabreja rara se esconde algún horrible mal ¿qué será esta vez?.
El listo de turno grita "¡¡todos a sus puestos!!". Ante nuestras preguntas nos cuenta: "Cuando la marea sube choca contra el agua del Amazonas. Si el río viene con el caudal bajo, están alineados sol luna y tierra, y la luna está en el momento óptimo, la marea sube y entra fuerte sobre el río y choca contra la corriente que baja levantándose olas de hasta 7 metros que se adentran decenas de kilómetros río arriba. Es lo que se llama pororoca. Así que preparémonos porque nos van a entrar olas sucesivas de más de 4 metros." No hace falta imaginar nuestro terror... las olas de 4 metros nos parecen una mariconada después de lo que hemos vivido en la mar océana, pero... ¿y si con la ola se cuela algún candirú en la cubierta?... sólo de pensarlo nos ponemos a temblar.
El estruendo es cada vez más fuerte. Vemos en el horizonte una corona de espuma blanquecina entre tanta agua marrón que se va acercando y haciendo cada vez más grande. Sobre la ola multitud de pájaros... ¡¡un momento!! conforme se acercan vemos que no son pájaros, sino los pequeños parapentes que llevan esos locos del surf extremo (eso que llaman kitesurf, pero en la pororoca). Al acercarse la ola vemos cientos de surfistas y motos acuáticas de apoyo. Todos pasan zumbando a toda velocidad e insultándonos junto con la ola, que acometemos atónitos en nuestro barco mientras pensamos que con esto de la globalización hasta la selva vírgen parece Benidorm... (La única diferencia es que en Benidorm los condondes se usan por la noche y aquí todos los surfistas llevan condones para evitar el ataque de nuestro pez preferido).
Ya está. Después de lo que hemos vivido en el mar la ola de la pororoca no ha sido para tanto y, lo más importante, apenas ha entrado agua en la cubierta, con lo que estamos a salvo del temible candirú. Toca ya salir del río, así que emprendemos la marcha hacia la desmebocadura.
El lisitllo nos cuenta que la ola arrastra todo lo que pilla por las orillas, destruyendo vegetación, arrastrando árboles enteros y llevándose a los animales que se ven sorprendidos cerca de la orilla cuando llega la pororoca. Por eso junto a nosotros hay mulitud de ramas y árboles enteros que navegan hacia el mar. En eso se acerca al barco un trozo de árbol con dos extraños monos peleándose subidos encima. Uno de ellos no deja de aullar. En cuanto la rama se acerca los monos se suben al barco y siguen peleando entre sí provocándonos gran jolgorio. Se persiguen y uno de ellos no deja de aullar sin parar. -"Normal"- dice el listillo -"es un mono aullador. El otro no sé pero tiene pinta de loco". Repentinamente se acerca otro tronco que nos deja a todos helados: lleva encima un jaguar devorahumanos hambriento y desesperado por su situación. Conforme el jaguar aborda el barco nos metemos en tropel en el interior y cerramos la enorme puerta de cristal. El jaguar choca con el cristal cuando viene a devorarnos y se dedica a arañar el vidrio y enseñarnos sus poderosas fauces. Mientras, los monos siguen peleando y uno de ellos aullando sin parar.
Agazapados detrás de la cristalera, sin poder hacer nada, asistimos en vivo y en directo a un surrealista documental del “nasional yeografic”: un mono aullador y un mono loco peleándose mientras un jaguar intenta devorarnos. Claro que esta situación surrealista tiene otra lectura más siniestra: estamos encerrados en un barco que navega a la deriva rodeado de peligros y patroneado por un jaguar hambriento y dos monos. Y encima uno de los monos hace de sirena sonora y nos provoca dolores de cabeza.
El mono loco parece bastante listo y se agarra al timón haciendo que el barco dé vueltas sobre sí mismo mientras se descojona. A su vez el mono aullador está subido al mástil aullando sin parar. Y el jaguar detrás de la cristalera esperando a que salgamos para comer. Cuando el jaguar se da la vuelta los monos suben rápidamente al mástil y se ponen a salvo…
Tras varias horas así el mono loco descubre unas cervezas y, como además de listo es un cabrón, se pone a abrirlas. El mono aullador nos está provocando un enorme dolor de cabeza con sus aullidos, porque el muy filldeputa no para ni un segundo. Cuando los monos empiezan a degustar el lúpulo el jaguar salta a por ellos… el mono loco salta hacia el mástil pero el jaguar lo ignora y va directo a por el mono aullador. Seguramente el jaguar también estaba hasta los cojones de los aullidos porque se carga al mono y no se lo come… o el mono sabe a rayos o el jaguar prefiere carne humana. En cualquier caso aplaudimos al jaguar… ya estábamos hasta los huevos del mono aullador, y además puestos a morir mejor morir tranquilos que entre aullidos plastas. Para festejar el triunfo el jaguar se casca todas las cervezas mientras el mono loco mea desde el mástil. Seguimos en nuestro surrealista encierro y, al poco, el jaguar se a mear toda la cerveza que se ha bebido. Como el mono loco le lanza objetos desde el mástil el jaguar no tiene más remedio que mear asomado por la borda. De repente se retuerce de dolor, pega aullidos y salta de una lado para otro. El mono loco se descojona desde el mástil. El jaguar se acerca a la cristalera como pidiendo ayuda y vemos cómo le sangra la picha. A pesar de que este cabrón quería devorarnos sólo podemos sentir lástima ante un animal atacado por el candirú… Finalmente el jaguar, loco de desesperación, se tira por la borda y desaparece entre las aguas…
Nos olvidamos del mono, salimos de nuestro encierro y fijamos el rumbo para salir de este infierno de río cuanto antes. De repente sorprendemos al mono entre los cables de la radio y cuando vamos a espantarlo… ¡¡¡¡milagro!!!, en apenas medio minuto el mono ha arreglado la radio, la gps, las cartas marítimas digitales y hasta el DVD. Damos saltos de alegría mientras el mono se dedica a repartir vasos de ron entre los marineros. Agradecidos intentamos dejar al mono en la orilla, pero se niega a bajar… Decidimos entonces enrolar al mono en nuestra expedición: nos ha salvado la vida atrayendo al candirú con sus meadas desde el mástil y abriendo las cervezas para que el jaguar bebiera y sintiera necesidad de mear. Además ha demostrado sus dotes de patrón y de técnico electrónico. Y encima es un cachondo y nos reímos con él. Ya tenemos un marinero más en el barco.
Finalmente, tan tal surrealista aventura, salimos del Amazonas mientras vemos a babor las luces de la ciudad de Belem e intuimos a estribor la isla de Marajó, la mayor isla fluvial del mundo con un tamaño similar al de Suiza… pero después de nuestras experiencias en el Amazonas preferimos no visitarla y salir a la mar océana cuanto antes...