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Amoragando

Un viaje de coña

Etapa 14: Rumbo S-S

Etapa 14: Rumbo S-S

Ha pasado 6 meses y estamos tristes. Acabamos de despedir a las bailarinas de striptease brasileñas en el aeropuerto y nos dirigimos lo más dignamente posible al barco. Hasta el mono se ha comportado como un hombre en la despedida. Ya se sabe: promesas de amor eterno, intercambio de direcciones y dentro de dos semanas cada uno a lo suyo… casi parecemos italianos despidiéndonos de españolas en Benidorm.

El barco va hasta los topes de vituallas y material, ya que a partir de ahora comienza lo duro del viaje. Salimos del puerto algo melancólicos pero centrados en los nuestro. La navegación resulta tranquila. Avanzamos entre el murmullo de las olas, el tintineo de los cables del mástil y el silbido de un viento que nos lleva a buena velocidad. Por la noche el cielo es indescriptible… las estrellas se ven como en ninguna ciudad, la vía láctea parece un río blanco y la Cruz del Sur nos sirve de guía. Aún no lo había comentado, pero el cielo nocturno despejado en alta mar es sencillamente conmovedor. Máxime cuando se muestra tan distinto al que estamos acostumbrados, con constelaciones desconocidas para los habitantes del hemisferio Norte.

Tras 33 días de navegación tomamos vista de la silueta de la Isla de Trinidad:

Ficha de la Isla:

Ficha técnica: La wiki ya es un fijo en la sección.

Para el “guguel-erz”: 20° 31′ 30″ S 29° 19′ 30″ O. Si no sois vagos es aconsejable ver la isla en el google earth. Te haces una idea de lo lejos que está de todo y puedes linkear fotitos. Como os conozco y sé de vuestra vaguería intentaré linkear las fotos yo mismo. Allá va una, y otra.

Habitantes: Deshabitadas. Sólo 32 soldados de la Armada brasileña (posiblemente preguntándose qué cojones hacen allí)

Pertenece a: Brasil

Curiosidades: En su día estaba cubierta de un espeso bosque tropical, pero la llegada en el siglo XVIII de 300 colonos procedentes de las Azores esquilmó completamente el bosque y ahora no queda ni un puto árbol. Ya se sabe, trajeron sus ovejitas y sus cerditos, y se lanzaron a cortar árboles para plantar patatas. Ésta va a ser la tónica de la mayoría de las islas que visitaremos más adelante. Si eres políglota lo puedes ver AQUÍ.

Curiosidad marciana: En su día la isla estuvo llena de hombrecillos verdes. Al menos eso dicen algunas páginas güebs de ésas que se toman muy en serio el tema. Podéis consultar el tema (con el modo agente Mulder ON, por supuesto) AQUÍ (en el que además se profundiza en la historia de la isla) y AQUÍ.

Llegamos a la isla y fondeamos en el único punto posible: la ensenada de los portugueses. 32 soldados brasileños salen a recibirnos entre grandes gritos y alborozo. En un principio nos acojonamos (recordad Alborán) pero nos invitan a licor de palma y se comportan con hospitalidad y cortesía. Nos cuentan que suelen hacer reemplazos de un mes, pero que en uno de los reemplazos el barco no salió a recogerlos porque se jugaba un Brasil-Argentina en Mracaná y en el último pasaron de ellos porque eran carnavales, así que llevan casi 3 meses abandonados en la isla. Cenamos con ellos pescado y marisco y entonces ocurre lo imprevisible. El bocazas, -en todo grupo lo hay-, se dedica a contar nuestras inenarrables historias orgiásticas con las bailarinas de striptease en Fernando de Noronha. Pronto las risas cambian y 32 soldados brasileños nos miran con los ojos inyectados en sangre por la rabia. El oficial da una orden y nos reducen tras amenazarnos con un fusil. Nos encierran en un barracón bajo candado y en pocos minutos descubrimos sus intenciones: pretenden robarnos el barco e irse a Fernando de Noronha a desahogarse.

Sin duda han enloquecido. En nuestro barco no caben 32 personas y es casi seguro que se hundirán. Pero no podemos criticar la falta de raciocinio de 32 tipos abandonados 3 meses sin féminas ni nada con que entretenerse en una puta y lejana isla desierta.Como es de noche esperan al amanecer para partir. Estamos desolados porque no tenemos modo de escapar. Les pedimos que al menos nos dejen salir cuando se vayan y uno de ellos nos promete que en el momento que zarpen nos liberarán para que podamos circular por al isla. Total ¿adónde íbamos a ir?. Pero al menos podremos pescar y alimentarnos.Seguimos encerrados y nos apercibimos de que su locura es tal que acaban con todo el licor de palma que les quedaba y los 32 soldados se quedan borrachos y dormidos sobre el suelo. “Estamos perdidos”, -decimos-, “mañana partirán y nos dejarán aquí colgados y sin poder seguir con nuestro viaje. No hemos llegado ni al Pacífico y todo se acaba”.

Pero a veces un golpe de suerte cambia tu destino. Nuestro golpe de suerte estaba ahí y ni nos habíamos dado cuenta. Cuando ya nos encomendábamos a los marcianos para que nos sacasen de este encierro, el mono, que estaba en cubierta viendo las estrellas (el muy cabrón es aficionado a la astronomía), se da cuenta de que algo raro pasa. Se acerca al barracón, nos mira tras los barrotes de la pequeña ventana y sin que le digamos nada se va. Esperamos nerviosos y al cabo de media hora vuelve con las llaves. Nos libera.

No nos lo pensamos dos veces. Con el mayor silencio posible salimos corriendo hacia el barco y partimos en la noche entre la más absoluta oscuridad, jugándonos el tipo entre las rocas. Al cabo de un rato perdemos de vista Trinidad. Desechamos la idea de acercarnos a Martín Vaz, el pequeño archipiélago próximo a Trinidad. No sabemos si vale la pena visitar cuatro rocas llenas de pajarracos cagones, y además los 32 brasileros podrían acercarse en al zodiac. Mejor nos vamos hacia el profundo y frío sur, en busca de nuevas aventuras.          

Etapa 13: Rumbo SO-SO

Etapa 13: Rumbo SO-SO

Anhelamos la arribada a nuestro destino. Llevamos meses sin pisar tierra y estamos un poco hartos de tanta estrechez y dificultad de movimiento. Deben tenerse en cuenta las condiciones de espacio durante la navegación. Esto es un velero, no un carguero. Y vamos hasta arriba de víveres, ropa, utensilios, y agua (el agua almacenada es lo que más ocupa). Las cajas están apiladas en los ya de por sí estrechos y pequeños pasillos. Para entrar al camarote hay que saltar bultos y bidones. Pero lo peor es la ducha. Hay tantas cajas acumuladas en el poco espacio del baño que para ducharse uno tiene que juntar los brazos al cuerpo. Ha costado, pero al final todos hemos conseguido ducharnos y secarnos sin mover los brazos. La primera vez que lo consigues te alegras... cuando llevas varios meses simplemente te hartas.

Por el contrario, el mono se desenvuelve perfectamente entre tanto cachivache, dando saltos y escurriéndose por cualquier hueco. Todo esto lo hace mientras se parte de risa al ver cómo vamos cambiando de color. Del verde pasamos al amarillo y del amarillo al naranja fosforito. El mono cada vez se ríe más mientras nosotros empezamos a pensar que el licor de algas no venía del archipiélago San Pedro y San Pablo sino de Chernobyl.
Por fin la navegación no nos da sorpresas desagradables y vemos el perfil de nuestra isla soñada: Fernando de Noronha.

Ficha de la Isla:
Ficha técnica:
Seguimos con lo fácil… la wiki. No sean vagos y miren su historia. (curioso que sirviera de base a la Armada brasileña contra Alemania en la II Guerra Mundial).
Habitantes: 2163 y cientos de turistas ecológicos.
Pertenece a: Brasil
Curiosidades: Otra isla más cuya existencia desconocía. Se trata de unas islas paradisiacas a casi 400 km de la costa brasileña. Antiguamente era un lugar de pescadores y hoy es reserva marina y lugar ideal para el submarinismo y el ecoturismo. Los hoteles se han montado restaurando las antiguas casas de pescadores. Es lugar muy ecológico. Es decir: no es un lugar benidormero, sino de turismo natural y pocos mogollones. La contrapartida: es caro carísimo.
Interesante: Consultad este link y observad estas fotografías. La isla parece de ensueño.

Llegamos a la isla, atracamos el barco y nos vamos directo a preguntar por las discotecas más cercanas… hay que comerse la noche y las garotas esperan. Nos dicen que no, que nos hemos equivocado de sitio, que La Habana queda 2.000 km. al norte, que aquí la gente viene a bucear y practicar la ecología, y que si tenemos suerte y el yate del pocero a lo mejor nos comemos algo, pero que en cualquier caso a unos tipos de color verde fosforito rotulador no se les acercan ni las garotas del Brasil ni las guantanameras de La Habana.
Volvemos cariacontencidos al puerto y nos olvidamos de tangas para ocuparnos del tangón de nuestro barco, que anda un poco averiado. Arreglamos los temas portuarios y encargamos las reparaciones necesarias mientras aprovechamos para alojarnos en un hotel, con una cama como Dios manda, con ducha amplia, con una habitación que no se mueve de lado a lado.

Llevamos varios meses sin contacto con féminas, aguantándonos el careto todos los días. Y decidimos pasar al ataque. Todo son parejas y ellos siempre son unos mazas. Sólo encontramos a tres garotas solas: una nos dice que pasa de tíos de colores. La otra es una psicópata del submarinismo y casi nos mata con sus concursos de apneas. La tercera es de la policía ecológica y nos dice porra en mano que como nos vea tirar un papel nos mete una multa de cojones. Tantas ilusiones y ahora hemos visto que aquí no hay forma de ligar. Consolamos nuestra soledad a base de mojitos y caipiriñas, que al menos han demostrado ser antídotos perfectos contra la cromatización cutánea del licor de algas. Justo cuando volvemos a tener el color de piel normal y parecer personas, -y no payasos o marcianos-, el guaperas del grupo decide dar una vuelta a solas para lamentar su desgracia y su tristeza. Los demás quedamos quietos y sin hablar en la terraza de un bar para hacer lo mismo. Sólo se oye el clinquineo de los hielos en los vasos.

A los 30 minutos aparece el guaperas con una sonrisa de oreja a oreja. Mientras pensamos cómo puede ser tan imbécil de reírse en nuestras desalentadoras circunstancias nos cuenta que ha conocido a un grupo de voluptuosas bailarinas de striptease de Río de Janeiro que han venido a retirarse unos meses a Fernando de Noronha. El guaperas ya no nos parece tan imbécil.

Nos invitan a la casa que tienen alquilada. Salimos a dos voluptuosas bailarinas por marinero. Se muestran encantadas con las historias de nuestro viaje y rápidamente congeniamos con ellas. Curiosamente traen con ellas de mascota a dos monas. El rápido se va corriendo a traer al mono, que está en el barco realizando tareas de mantenimiento. A eso se le llama solidaridad con los animales.
Las voluptuosas bailarinas dicen que van a estar en la isla seis meses. ¿Seis meses? Eso es lo que nos quedaremos en este maravilloso lugar. Seis meses. Tal vez hasta visitemos algún rincón de la isla…

Etapa 12: Rumbo ¡¡¡N-NE!!!

Etapa 12: Rumbo ¡¡¡N-NE!!!

Salidos estamos del Atolón das Rocas y tenemos unas ganas locas de llegar nuestro próximo destino: una isla turística y paradisíaca a sólo una jornada de navegación. Emprendemos viaje en alegre algarabía rumbo SE-SE directos a la isla esperada…
Pronto nos damos cuenta de que el viento no sopla. Estamos parados en el mar. No nos importa demasiado. La ilusión por dormir en una cama, de pisar suelo estable, de visitar un bar, de cenar como señores, de andar más de 12 metros lineales, de relacionarnos con garotas… esa ilusión puede con todo. Así que continuamos parados y continuamos con la alegre algarabía a base de chistes, cerveza, risas y una lata de olivas abierta para la ocasión.
Siete horas después se nos han acabado las risas, los chistes, las cervezas y las olivas, pero seguimos en el mismo sitio. No sopla el viento y no tenemos gasoil, así que estamos a merced de la calma chicha.
Calma chicha. Una palabra maldita para la navegación a vela y bastante habitual en latitudes ecuatoriales. La responsable de que en el pasado se encontraran barcos con toda la tripulación muerta de hambre y se desataran las leyendas sobre barcos fantasma. La responsable también de que estemos ya 3 días sin movernos y bastante desesperados. Sólo una leve corriente nos lleva muy lentamente hacia el rumbo equivocado: N-NE…
Nos encontramos en alta mar, solos, sin nada que hacer, y esto es lo más peligroso para la convivencia. En estas circunstancias la historia está llena de tripulaciones que terminan matándose a cuchilladas. Sin embargo a nosotros no nos pasa de esto, y no precisamente por ser psicológicamente fuertes. Nosotros tenemos al mono…
Alguien no ha tenido mejor idea que enseñar al mono a jugar al poker y nos pasamos las horas en partidas interminables. Cuando nos cansamos el mono nos prepara mojitos y nos los tomamos bajo un impresionante cielo estrellado. Al llegar el día el mono monta una nueva timba. De esta forma pasamos diez días sin problemas psicológicos pero bastante arruinados… el mono ha resultado ser un jugador al que echarían de cualquier casino de Las Vegas porque lo desplumaría como hace con nosotros.
Finalmente, tras dos semanas de juego y mojitos y con una lentísima navegación rumbo N-NE el mono comienza a saltar de alegría. En principio pensamos que es porque lleva un póquer de jotas, pero pronto nos damos cuenta de el mono no sólo es el que mejor juega, sino el que mejor vista tiene. En el horizonte se ven unas pequeñas islas… la carta de navegación y el gps no engañan: es el Archipiélago de San Pedro y San Pablo.
Ficha de la isla:
Ficha técnica: Extrañamente hay que acudir a la wiki (En esta ocasión es la única referencia que he encontrado).
Habitantes: Un investigador oceanográfico de la marina del Brasil.
Curiosidad: Otra más de las islas/archipiélagos que hay entre África y Brasil. (Yo reconozco que no sabía de la existencia ni del Atolón das Rocas ni de este pequeño archipiélago ni de nuestro próximo destino)
Estatus: Aunque están en medio de la nada políticamente pertenece a Brasil. Se trata de unas pequeñas islas volcánicas deshabitadas en las que ni si quiera hay agua potable. Hay allí un pequeño faro y una cabaña con el investigador ése de antes (ver sección habitantes) y que, sinceramente, no sé qué cojones investigará en tan remoto e inhóspito lugar. Otra imagen aquí.

Como no hay fondeadero anclamos el barco cerca de la cabaña y nos acercamos a la isla en la pequeña zodiac. De repente sale saltando el investigador oceanográfico, que parece un náufrago abandonado a su suerte. Está loco de contento. Nos cuenta que lleva allí 1 mes sin ver a nadie y que el Botafogo ha perdido contra el Flamengo por 4 a cero (al menos tiene radio el pobre). Está jodido por el resultado y nos confiesa que entre investigación e investigación ha aprendido a hacer un licor de algas impresionante. Nos lo da a probar… sabe a demonios pero no podemos hacerle un feo al muchacho. Así que bebemos.
De repente saca un pito y al grito de “¡¡¡pitu du sssamba du brrraaaasssiiiil” comienza a pitar un ritmo de samba y a bailar. En principio pensamos que está loco pero a la tercera botella todos bailamos samba como posesos. No sabemos si es por el licor de algas o porque después de los fados de las islas salvajes (etapa 5) cualquier cosa nos parece divertida. La fiesta termina con el fulano llorando como un niño y gritando “cul de garoooootaaaa”. Todos terminamos llorando con él.
Al día siguiente nos levantamos con un dolor de cabeza espantoso y con la piel de color verde, como si fuéramos marcianos. Parece que el licor de algas no ha pasado ningún control de sanidad, pero en nuestra verde apariencia somos comprensivos con nuestro anfitrión y le regalamos una caja de ron que nos agradece infinitamente.
Finalmente, al inicio de la primera brisa decidimos embarcar y dirigir nuestra proa rumbo SO-SO. Nos dirigimos a nuestro destino más deseado por el momento, a la isla paradisíaca. Pero recordando al pobre investigador oceanográfico no podemos más que pensar que todos los solitarios habitantes de islas perdidas están salidos, borrachos y locos de remate. Bueno, todos menos la garota morena y Marcelo (Etapa 11)… y tras llegar a la conclusión de que el sexo evita la dipsomanía y la locura, decidimos llegar cuanto antes a nuestro nuevo destino para evitar el alcoholismo y la locura. Será por eso o por el color de la piel, pero estamos de un verde...

Etapa 11: Rumbo SE-SE

 

Cansados. Estamos cansados. Más bien derrotados. Llevamos ya demasiados días sin pisar tierra y hemos soportado todo tipo de penalidades. La tormenta ecuatorial, la aventura amazónica… han sido demasiadas emociones, demasiadas noches sin dormir, demasiados riesgos y demasiado movimiento. No obstante somos gente ruda y soportamos lo que nos echen. Así que decidimos emprender rumbo hacia una isla paradisíaca donde reponer fuerzas y sobre todo arreglar los desperfectos del barco y repostar combustible. 

A pesar de que no nos queda ni gota de gasoil estamos teniendo suerte con los vientos. Nos soplan de popa ya la velocidad justa para navegar rápido pero sin riesgos. Pronto dejamos las dulces y peligrosas aguas marrones amazónicas. Desprecintamos el inodoro y nos ponemos hasta las cejas de beber cerveza para celebrar que podemos ser devorados por tiburones, pero al menos ningún animalito se meterá por nuestra uretra a mordernos el escroto… una gran noticia. Realizamos lo que en el colegio nos enseñaron que se llama navegación de cabotaje (los jóvenes logseros que cuando oyen navegar piensan en un ratón y una pantalla TFT no creo que sepan lo que es cabotaje). Vemos la costa a poca distancia.

Sabemos que hemos dejado atrás el estado de Pará porque apreciamos perfectamente las recortadas costas de Maranhao, e incluso vemos las primeras luces de la ciudad de Sao Luis ya próximo el atardecer. Nos acercamos un poco más a la costa y vemos una bonita imagen de las dunas de Parnaíba, en la costa del estado de Piauí. Seguimos la ruta y cuando costeamos el estado de Ceará podemos apreciar las luces de Fortaleza; estamos tan cerca de la costa que podemos apreciar perfectamente los edificios de la ciudad. (Os dejos enlaces simplemente por la curiosidad de descubrir estados brasileños poco conocidos del tamaño d ela mitad de españa o más). A partir de aquí nos separamos de la costa y nos dirigimos hacia una nueva isla. La travesía es, por fin, tranquila. El mono está pendiente de que el gps funcione correctamente y de momento no tenemos ningún percance.   

Al día siguiente aún nos queda otra jornada de navegación, pero estamos tan cansados que decidimos fondear y tomarnos un descanso en el Atolón das Rocas:

Ficha de la isla:

Ficha técnica: Como siempre a la wiki.

Habitantes: Dos guardas medioambientales-tortugueros que viven en la única construcción de la isla: una cabañita sencilla y algo cutre.

Curiosidad: Otra isla que no sabía que existía. (joer, lo que estoy aprendiendo)

Estatus: Declarada Patrimonio de la Humanidad. Es parque ecológico marítimo. Aquí nació el proyecto tortuga, para salvar diversas especies de tortuga en peligro de extinción. Al parecer hasta 1978 se cazaban impunemente, de tal forma que casi se extinguieron. Finalmente el gobierno brasileño dejó de bailar samba por cinco minutos para dictar un decreto de protección de la isla y prohibir la caza de tortugas. Ahora es un paraíso para las tortugas. Allí los naturalistas las cuidan y estudian y han conseguido que poquito a poco se recupere la población. Es de destacar la tortuga de Carey, que estaba prácticamente extinta y es rara de ver. 

Fondeamos en la isla con el barco en movimiento constante de lado a lado (las aguas por aquí no son muy tranquilas). Pero cuando tomas el bote neumático y pasas al interior del atolón el agua cristalina se vuelve tranquila e invita al baño inmediato. De la cabaña sale una preciosa morenaza brasilera digna del playboy. Peligro. Tras semanas en alta mar y en el Amazonas nuestras neuronas están enloquecidas y nuestras hormonas embravecidas. El más lanzado le pregunta que si tiene hechas las ingles brasileñas mientras nuestras sonrisas de boy scout en celo nos delatan. Ella nos mira sobrada y, sin inmutarse, nos contesta con su bello acento de samba: “Eso no lo sabrás, pero si quieres Marcelo puede hacerte a ti las ingles brasileñas”.

Marcelo sale de la cabaña. Es mulato. Es grande, muy grande. Tiene cara de naturalista ecológico con muy mala leche. Su brazo tiene el diámetro de cualquiera de nuestra caderas. Dejamos estar lo de las ingles brasileñas y la parejita ecológica nos enseña los secretos de las tortugas y cómo ellos hacen su trabajo. Incluso vemos cientos de pequeñas tortugas recién nacidas emerger en la arena y dirigirse hacia el mar.

Pasamos un par de días en la isla. El mono se dedica a dormir la siesta sobre los caparazones de las tortugas y nosotros, mientras alguno que otro se alivia por ahí, soñamos con llegar a nuestro próximo destino y descansar en una isla con más mujeres y menos marcelos.      

Etapa 10: Intentando salir

Etapa 10: Intentando salir

Gracias a los claros que comienzan a verse entre las nubes ya tenemos decidido el rumbo a seguir para ir hacia el destino que pretendiamos cuando partimos de Cabo Verde: SO-SO. Es aterrador ver el barco rodeado de agua marrón, aunque nos consolamos bebiendo ron, el gran sustituto de la excesivamente diurética cerveza. Por otra parte ya estamos hartos del uso del cubo, aunque las aguas están calmas y al menos nos ahorramos lo de la cuerda... Cuando echamos la "poalá" por la borda al grito de "agua va" nos aterramos imaginando miles de candirús invisibles alrededor de la embarcación. Además debemos estar más cerca del río de lo que imaginamos, porque cientos de objetos flotan alrededor del barco golpeando con suavidad el casco: ramas, cajas, neumáticos, etc. Incluso alguno intuye que se aprecia algo de corriente. 

El manitas grita... ¡¡¡ya va!!! y todos nos arremolinamos alrededor de la radio. Entre silbidillos se oye una voz en portugués que dice algo de astros... y mientras uno pregunta -"¿qué coño dice el brasileiro éste?"- el listillo contesta en plan políglota y afirma con prepotencia: -"ha dicho que el sol, la tierra y al luna están alineados"-. El gruñón le espeta -"Vale, además de políglota el listillo es astrólogo". La radio se apaga y silencia al brasileiro, pero vuelve intermitentemente y, entre los cortes acertamos a escuchar algo parecido a "el caudal está bajo" y "la luna en su momento óptimo", se oyen más seseos y silbidos y cuando el brasilero dice "llega la por..." se corta la transmisión de las noticias de la radio y el aparato queda mudo. -"¿La por?, ¿a qué tenemos que tenerle miedo?" dice uno.

Ante la ausencia de viento continuamos dejándonos llevar por al corriente. No vemos la costa por ningún lado, pero cada vez nos da más la impresión de que nos hemos metido de lleno en el gigantesco Amazonas. A este paso nos iremos a ver una ópera a Manaos.

De repente se oye un estruendo terrible, como el de una tempestad. Un sonido estruendoso cada vez más fuerte nos deja claro que algo chungo se acerca... empezamos a preocuparnos. De repente la radio vuelve y se oye "POROROCA". Dios mío, -pensamos todos-, el Amazonas acabará con nosotros, detrás de cada palabreja rara se esconde algún horrible mal ¿qué será esta vez?.

El listo de turno grita "¡¡todos a sus puestos!!". Ante nuestras preguntas nos cuenta: "Cuando la marea sube choca contra el agua del Amazonas. Si el río viene con el caudal bajo, están alineados sol luna y tierra, y la luna está en el momento óptimo, la marea sube y entra fuerte sobre el río y choca contra la corriente que baja levantándose olas de hasta 7 metros que se adentran decenas de kilómetros río arriba. Es lo que se llama pororoca. Así que preparémonos porque nos van a entrar olas sucesivas de más de 4 metros." No hace falta imaginar nuestro terror... las olas de 4 metros nos parecen una mariconada después de lo que hemos vivido en la mar océana, pero... ¿y si con la ola se cuela algún candirú en la cubierta?... sólo de pensarlo nos ponemos a temblar.

El estruendo es cada vez más fuerte. Vemos en el horizonte una corona de espuma blanquecina entre tanta agua marrón que se va acercando y haciendo cada vez más grande. Sobre la ola multitud de pájaros... ¡¡un momento!! conforme se acercan vemos que no son pájaros, sino los pequeños parapentes que llevan esos locos del surf extremo (eso que llaman kitesurf, pero en la pororoca). Al acercarse la ola vemos cientos de surfistas y motos acuáticas de apoyo. Todos pasan zumbando a toda velocidad e insultándonos junto con la ola, que acometemos atónitos en nuestro barco mientras pensamos que con esto de la globalización hasta la selva vírgen parece Benidorm... (La única diferencia es que en Benidorm los condondes se usan por la noche y aquí todos los surfistas llevan condones para evitar el ataque de nuestro pez preferido).

Ya está. Después de lo que hemos vivido en el mar la ola de la pororoca no ha sido para tanto y, lo más importante, apenas ha entrado agua en la cubierta, con lo que estamos a salvo del temible candirú. Toca ya salir del río, así que emprendemos la marcha hacia la desmebocadura.

El lisitllo nos cuenta que la ola arrastra todo lo que pilla por las orillas, destruyendo vegetación, arrastrando árboles enteros y llevándose a los animales que se ven sorprendidos cerca de la orilla cuando llega la pororoca. Por eso junto a nosotros hay mulitud de ramas y árboles enteros que navegan hacia el mar. En eso se acerca al barco un trozo de árbol con dos extraños monos peleándose subidos encima. Uno de ellos no deja de aullar. En cuanto la rama se acerca los monos se suben al barco y siguen peleando entre sí provocándonos gran jolgorio. Se persiguen y uno de ellos no deja de aullar sin parar. -"Normal"- dice el listillo -"es un mono aullador. El otro no sé pero tiene pinta de loco". Repentinamente se acerca otro tronco que nos deja a todos helados: lleva encima un jaguar devorahumanos hambriento y desesperado por su situación. Conforme el jaguar aborda el barco nos metemos en tropel en el interior y cerramos la enorme puerta de cristal. El jaguar choca con el cristal cuando viene a devorarnos y se dedica a arañar el vidrio y enseñarnos sus poderosas fauces. Mientras, los monos siguen peleando y uno de ellos aullando sin parar.  

Agazapados detrás de la cristalera, sin poder hacer nada, asistimos en vivo y en directo a un surrealista documental del “nasional yeografic”: un mono aullador y un mono loco peleándose mientras un jaguar intenta devorarnos. Claro que esta situación surrealista tiene otra lectura más siniestra: estamos encerrados en un barco que navega a la deriva rodeado de peligros y patroneado por un jaguar hambriento y dos monos. Y encima uno de los monos hace de sirena sonora y nos provoca dolores de cabeza.

 

El mono loco parece bastante listo y se agarra al timón haciendo que el barco dé vueltas sobre sí mismo mientras se descojona. A su vez el mono aullador está subido al mástil aullando sin parar. Y el jaguar detrás de la cristalera esperando a que salgamos para comer.  Cuando el jaguar se da la vuelta los monos suben rápidamente al mástil y se ponen a salvo…

 

Tras varias horas así el mono loco descubre unas cervezas y, como además de listo es un cabrón, se pone a abrirlas. El mono aullador nos está provocando un enorme dolor de cabeza  con sus aullidos, porque el muy filldeputa no para ni un segundo. Cuando los monos empiezan a degustar el lúpulo el jaguar salta a por ellos… el mono loco salta hacia el mástil pero el jaguar lo ignora y va directo a por el mono aullador. Seguramente el jaguar también estaba hasta los cojones de los aullidos porque se carga al mono y no se lo come… o el mono sabe a rayos o el jaguar prefiere carne humana. En cualquier caso aplaudimos al jaguar… ya estábamos hasta los huevos del mono aullador, y además puestos a morir mejor morir tranquilos que entre aullidos plastas. Para festejar el triunfo el jaguar se casca todas las cervezas mientras el mono loco mea desde el mástil. Seguimos en nuestro surrealista encierro y, al poco, el jaguar se a mear toda la cerveza que se ha bebido. Como el mono loco le lanza objetos desde el mástil el jaguar no tiene  más remedio que mear asomado por la borda. De repente se retuerce de dolor, pega aullidos y salta de una lado para otro. El mono loco se descojona desde el mástil. El jaguar se acerca a la cristalera como pidiendo ayuda y vemos cómo le sangra la picha. A pesar de que este cabrón quería devorarnos sólo podemos sentir lástima ante un animal atacado por el candirú… Finalmente el jaguar, loco de desesperación, se tira por la borda y desaparece entre las aguas…

 

Nos olvidamos del mono, salimos de nuestro encierro y fijamos el rumbo para salir de este infierno de río cuanto antes. De repente sorprendemos al mono entre los cables de la radio y cuando vamos a espantarlo… ¡¡¡¡milagro!!!, en apenas medio minuto el mono ha arreglado la radio, la gps, las cartas marítimas digitales y hasta el DVD. Damos saltos de alegría mientras el mono se dedica a repartir vasos de ron entre los marineros. Agradecidos intentamos dejar al mono en la orilla, pero se niega a bajar… Decidimos entonces enrolar al mono en nuestra expedición: nos ha salvado la vida atrayendo al candirú con sus meadas desde el mástil y abriendo las cervezas para que el jaguar bebiera y sintiera necesidad de mear. Además ha demostrado sus dotes de patrón y de técnico electrónico. Y encima es un cachondo y nos reímos con él. Ya tenemos un marinero más en el barco.

 

Finalmente, tan tal surrealista aventura, salimos del Amazonas mientras vemos a babor las luces de la ciudad de Belem e intuimos a estribor la isla de Marajó, la mayor isla fluvial del mundo con un tamaño similar al de Suiza… pero después de nuestras experiencias en el Amazonas preferimos no visitarla y salir a la mar océana cuanto antes...    

Etapa 9: Rumbo ¿?-¿?

Etapa 9: Rumbo ¿?-¿?

Cuando Errol Flyn o George Clooney padecen una gran tormenta en alta mar todo es épico y grandioso. Pero en las pelis no nos cuentan los pequeños detalles. Por ejemplo cómo el continuo contacto con el agua del mar te empapa la piel. Cómo la piel se reblandece y arruga bajo la ropa y llega a desprenderse en pequeñas bolitas gelatinosas. Tampoco nos dicen nada acerca del efecto de la sal en la piel: los continuos movimientos hacen que la ropa empapada de agua salada rocen continuamente con la piel. Lo que empieza siendo una pequeñas escoriación con picor se termina convirtiendo en una herida abierta sangrante.

La humedad entumece los músculos, el dolor te agarrota, la sangre brota de las ingles y de los sobacos y empapa la ropa interior. Los ojos enrojecidos por la sal y el cansancio apenas pueden mantenerse abiertos… pero lo peor no es todo esto. Lo peor es que no puedes ni preocuparte de tus dolencias porque hay que estar atento y despierto. Un error y te comerán los peces en el fondo del mar… No. Todo esto no nos lo cuentan en las pelis…

La tormenta comienza a amainar, pero no por ello deja de dar miedo. El barco se mueve como en una montaña rusa. Sube, pasa el momento crítico de la cresta de ola y baja al fondo del valle que forman las olas. En algunos momentos nos encontramos en el fondo del valle rodeados de columnas de agua por los 4 costados. Es estremecedor.

Tras un día y una noche más el tiempo amaina. Por fin la mar está en calma. Estamos tan reventados que decidimos descansar antes de tomar decisiones, así que se queda uno de guardia para mantener el barco al pairo hasta que decidamos qué hacer. Tras los turnos de rigor por fin todos hemos podido descansar algunas horas. Ha llegado el momento de reunirnos en cubierta y hacer balance de los daños: alguna vela rota y algún cabo suelto… nada que no se pueda resolver con un poco de trabajo. A esto se le llama suerte. Lo peor es que no funciona ningún elemento electrónico: ni al radio, ni el gps, ni las cartas digitales de navegación. Nada… El manitas se pone manos a la obra para arreglar la electrónica, pero de momento sólo puede nadar en un mar de cables sin solucionar nada.

A continuación viene lo más importante: saber dónde estamos. A falta de electrónica siempre nos quedará el sextante, pero el cielo sigue nublado. Y así no se pueden realizar mediciones de paralelaje. Así que, en la madrugada tenemos que apelar a la lógica. Primero nos damos cuenta de que hace mucho calor. Luego nos fijamos en que amanece repentinamente… Primera conclusión: debemos encontrarnos cercanos a la línea del ecuador. El calor es sintomático, pero los amaneceres y atardeceres sin crepúsculo son la confirmación.

Ya sabemos la latitud, pero nos falta determinar la longitud. Con tanto oleaje y movimiento hemos perdido completamente la noción del espacio, así que lo mismo estamos junto a Guinea que junto a Brasil. Se escucha un golpe suave… algo ha chocado contra el casco del barco. Nos asomamos por la amura de estribor y vemos que se trata de un árbol… sin duda nos encontramos cerca de la costa. Insectos… vemos nubes de mosquitos, algunos pájaros. Sí que estamos cerca de la costa.

De repente me doy cuenta de un detalle importante. El agua está completamente marrón. Mi cabeza por una vez se pone a funcionar y cuando veo que alguien pretende orinar por la borda le grito -“¡¡¡¡quieto!!!!” Y de un golpe lo tiro hacia la cubierta. A continuación salen dos marineros más con unas cervezas para disfrutar del primer momento de relax en una semana… me lanzo sobre ellos, se las arrebato, las vuelvo a meter en la nevera, cierro el candado y grito - “¡¡ la cerveza queda prohibida!!”. Cuando me dispongo a explicar mis razones uno ha cogido el bichero, otro un cuchillo y otro un arpón y se dirigen contra mí con caras asesinas. Me subo a lo más alto del mástil… motín a bordo.

Nadie atiende a razones cuando yo intento explicarme: “estamos en el ecuador y el agua esta marrón. Eso sólo significa una cosa: estamos en la desembocadura del Amazonas”. El cabecilla de la rebelión carga el arpón y me apunta con cara de pocos amigos. Le miro y, casi suplicante grito - “¡¡CANDIRÚ!!”. El arponero duda, se lo piensa, y repentinamente baja el arpón, lo descarga y se sienta… “ey, dejadle bajar de ahí”, dice a los demás.

Todos se calman y entonces el mismo arponero explica el por qué de mis decisiones: - “estamos en la desembocadura del Amazonas, el único río del mundo capaz de convertir en agua dulce toda el agua que encuentra 300 km. mar adentro. Y donde hay agua dulce habitan animales de agua dulce. Y de entre los pececillos de agua dulce que habitan el Amazonas se encuentra el simpático candirú o pez vampiro, que vive de chupar la sangre de otros peces enganchándose a sus agallas”.

- “¿Y a mí qué?” contesta un valiente con la cara enrojecida.

- “¡Calla melón! Y escucha. El candirú mide entre 2 y 7 cm y es transparente, lo que lo hace indetectable en el agua. Pero lo más curioso es que siente una inexplicable atracción por la orina. Cuando alguien mea este simpático pez se pone muy feliz y contento. Y lo celebra con alegría metiéndose por el orificio. Tú sólo sientes un dolorosísimo y tremendo pinchazo y, cuando te quieres dar cuenta lo tienes dentro. Sí, sí, lo has entendido bien. Dentro de tu picha. Allí el candirú prosigue con su simpatía y te clava unos ganchos en la uretra que hacen que sea imposible sacarlo porque te desgarrarías y destrozarías tu querido amigo el miembro. A partir de ahí todo depende de la simpatía del pececillo y de tu suerte. El pobre animalillo te chupa la sangre (que para eso es el pez vampiro), y si tienes suerte se siente realizado y se queda paradito dándote tiempo a llegar a un hospital donde abrirán en canal tu querida picha para sacarlo. Pero como le dé por buscar su lugar en el mundo estás perdido. En su búsqueda se mete cada vez más dentro mientras provoca peores y más cruentas heridas internas. Te destroza el esfínter, te destroza la próstata y, mientras notas unos "bocaos" en el escroto terminas muriendo desangrado entre alaridos. O eso o el cuchillo... tú ya me entiendes. Yo personalmente prefiero morir de forma deshonrosa (véase la etapa anterior acerca de la muerte sin honor), que morir como un héroe con un candirú en la picha."

- "Vale que hay water en el barco" - añado, - "pero el water desagua en el mar y podría colarse algún candirú. No seré yo quien use el water ni quien mee por la borda. Y por si acaso no beberé cerveza..."

El valiente torna el rojo de su cara en un blanco cobarde mientras sudores fríos le recorren la frente. La rebelión ha acabado y todos me agradecen los avisos. Por lo demás nos olvidaremos del motín: primero porque ya no se estila colgar a la gente de los pulgares, segundo porque me quedaría solo y tercero porque es comprensible un motín cuando prohíbes beber cerveza después de una semana soportando una galerna.  

En una cosa nos ponemos todos de acuerdo: No sabemos qué sería peor. Sufrir el candirú en nuestra propias carnes o ver a un compañero con el candirú dentro. 

Finalmente la nubes se disipan y podemos hacernos una idea de hacia dónde dirigirnos. Así que continuamos viaje hacia nuestro destino inicial, del que nos hemos desviado tan solo un par de miles de kilómetros. Nada que no se arregle con un par de semanas de navegación...

Etapa 8: Rumbo SO-Galerna

Etapa 8: Rumbo SO-Galerna

Iniciamos la navegación con un enorme nerviosismo, pues somos conscientes de que por primera vez vamos a estar a varios días de navegación de la tierra más cercana. Dejamos atrás los últimos vestigios de tierra africana y nuestras velas se inflan empujadas por el viento hacia la inmensidad del horizonte. Cuando a nuestras espaldas apenas vemos la costa africana y tenemos por delante toda la inmensidad del océano, entendemos bien el por qué dos culturas tan distintas como la española y la inglesa pusieron el mismo nombre al cabo más occidental de su territorio (Finisterre y Land´s End). 

La radio, el gps y demás tecnología nos traen malas noticias: se avecina temporal. Debatimos si volver atrás o no, pero los mapas dicen que el temporal pasará más al norte de nuestro rumbo y !que carajo¡... somos unos valientes. Pronto el mar empieza zarandearnos como no lo había hecho antes. El barco se desliza como si fuera una montaña rusa, se ladea, sube entre borbotones de espuma que invaden la proa, da un golpetazo desagradable y se acelera hacia abajo. Y así una y otra vez. Los valientes piratas del mediterráneo se convierten en muñecos de trapo que no paran de vomitar. Es el Atlántico en toda su extensión... 

Nosotros seguimos a lo nuestro forzando el rumbo SO-SO hacia nuestra próxima isla de destino. La mar se va tornando cada vez más irascible, como si le molestara nuestra presencia. Parece que las previsiones erraron y la galerna nos alcanza de lleno. De repente el listillo del grupo (en todo grupo lo hay) nos dice Olas de altura media y mas alargadas. Del borde superior de las crestas comienzan a desprenderse rociones en forma de torbellinos. La espuma es arrastrada en nubes blancas orientadas en la dirección del viento: es lo que en la escala Beaufort se llama Mar Gruesa. Fuerza 9”. “Gracias listillo” dice sardónicamente el que no está vomitando. 

Cuando vemos en las pelis tormentas marítimas nunca nos paramos a pesar cómo se las arreglan para comer. Todo se zarandea, no puedes tenerte en pie y resulta complicado abrir cualquier armario sin que todo su contenido se desparrame por el suelo. Bien es cierto que apenas tenemos hambre, pero cuando llevamos dos días así algo tendremos que comer. La única solución es comer algo frío de lata. Así que la dieta se limita a unas pocas galletas y algún trozo de carne fría enlatada. 

Vamos por el cuarto día de tormenta y el cansancio se nos apodera. Es el otro aspecto importante de la galerna que no sale en las pelis. Cuando todo se desplaza de lado a lado con violencia, y estás empapado al límite de la hipotermia… cuando pones al límite tus fuerzas para mantener el barco a flote (y el barco en estas condiciones es tu mundo, tu vida, todo lo que tienes), cuando el agua entra en el interior de la cubierta y te sientes acojonado ¿cómo vas a poder dormir?. Sin embargo cuando pasas 4 días de tensión necesitas dormir. Así que apenas puedes mal descansar unas pocas horas con sus interrupciones para continuar alimentando el cansancio al poco rato. Un calvario.  

Al tercer día de tormenta el listillo ya dijo “Fuerza 10: Mar Montañosa. Olas muy gruesas, con grandes crestas empenachadas. La espuma se aglomera en grandes bancos y se arrastra en la dirección del viento en forma espesa. En su conjunto la superficie del mar parece blanca. El gruñido de la mar se vuelve intenso y empiezan a oírse golpes sordos. La visibilidad se reduce”. Uno de los marineros, empapado hasta los huesos mientras intenta mantener el timón gruñe: “¿golpes sordos y visibilidad reducida? Si no me lo dices no me doy ni cuenta”. 

Ya van cuatro días de tormenta y la visibilidad es aún más reducida: de día todo blanco y de noche todo negro pero con espuma. El listillo está tan acojonado que no nos dice nada de la Fuerza 11, y cuando lo vemos santiguarse, -aunque él no diga nada-, ya todos sabemos que estamos en “Fuerza 12: Mar confusa. El aire está lleno de espuma de rociones. La mar está completamente blanca debido a los bancos de espuma. La visibilidad es muy reducida.” La mar está confusa y nosotros más confusos aún. Nos vemos zarandeados de lado a lado con violentos golpes de mar, que brama, ruge, nos atemoriza… Nos quedamos sin electricidad en el barco, perdemos la radiobaliza, se funde el gps, se jode la radio, nos llenamos de golpes por los resbalones y la dificultad para movernos, estamos al límite.

Y entonces entramos en el momento escatológico en que entran todos los marineros… (curiosa palabreja que define los más bajos asuntos terrenales y los más altos celestiales).

Escatología Terrenal: Llevamos desde hace días sufriendo graves problemas para orinar y defecar. No podemos sentarnos en el inodoro del barco porque apenas lo conseguimos, y además los golpes de mar vacían el inodoro en dirección al techo con los consiguientes problemas sanitarios. Miccionar desde la borda es imposible porque el viento te echa tus propios orines en la cara, y además resulta imposible tenerse en pie. Finalmente optamos por la táctica del cubo en cubierta: te atas con una cuerda, te desahogas en un cubo y lanzas su contenido al mar como buenamente puedes… la mitad de lo lanzado cae en cubierta, pero en cuestión de segundos una ola hace un baldeo natural y se lo lleva. Lo de atarse con una cuerda no es para evitar que un golpe de mar te tire por la borda… es para evitar morir cagando, la más deshonrosa de las muertes.

Escatología celestial: Conozco a un marinero que me dijo que en situaciones verdaderamente graves todos, hasta el más ateo y anticlerical, rezan sin parar. Y a nosotros no ha llegado ese momento. Todos nos santiguamos y rezamos. Ni si quiera nos sorprende que el más ateo y anticlerical del grupo se ponga a rezar e implorar a Dios como si fuera la mismísima Santa Teresa de Jesús. Una vez nos hemos puesto místicos todos lloramos del acojono y la desesperación, aunque nadie lo nota porque vamos empapados.

Pasadas las dos fases escatológicas nos damos cuenta de que no somos nada ni nadie, sólo un puntito en la inmensidad del océano. Estamos aislados, perdidos, no sabemos dónde estamos y nuestra vida está al límite. Sólo nos queda rezar… eso sí, sin olvidar que debemos seguir atendiendo el barco, no sea que de tanto rezar nos hundamos. Pasa un día más y la tormenta no cesa. Nuestra situación es realmente desesperada…                      

(to be continued)

Etapa 7: Rumbo SO-SO

Etapa 7: Rumbo SO-SO

Ha llegado la hora de partir. Dejamos con tristeza nuestras habitaciones en el Parador Nacional, despedimos con lágrimas en los ojos unos a las chatis y otros a los cabreros del silbo, y nos disponemos a embarcar. No sin antes ultimar algunos preparativos, reponer el material y las vituallas gastadas y adquirir alguna cosa que nos faltaba. 

Dejamos el puerto de Santa Cruz de la Palma y en pocas horas ya sólo divisamos hacia popa los picos más altos de las islas. Aunque el océano Atlántico es más travieso que nuestro querido Mediterráneo la navegación es más tranquila de lo esperado. La superficie del agua es menos plana, dando una sensación parecida a la que se tiene cuando conduces por una zona de colinas con continuos cambios de rasante. Pero subimos y bajamos las colinas de agua con cierta suavidad. Alguno chulea y pregunta si era éste el mar que tanto debíamos temer y algún otro le contesta que mejor no hablar por si acaso. 

Sin ningún tipo de problema y tras dos días de navegación llegamos a la isla de Barlovento (Santo Antao para los nativos y los portugueses), en el archipiélago y país de Cabo Verde. (Aquí un par de enlaces para que perdiendo el tiempo en los blogs al menos aprendamoas algo: uno y dos)

Rodeamos la isla y desembarcamos en su costa Sur, en el pequeño puerto de Porto Novo. La ciudad nos decepciona. Con apenas 5.000 habitantes no hay más que cuatro calles sin asfaltar y unas cuantas casas y barracones. Y por supuesto mucha más pobreza de la que sería deseable en cualquier lugar (rectifico la expresión: lo deseable es que no hubiera pobreza). En cuanto al lugar nos proponemos visitar la isla para conocer la famosa selva seca de Cabo Verde (¿selva seca? quien no se consuela es porque no quiere). Esto de la selva seca consiste en los pocos restos que quedan de la vegetación de la isla anterior a su colonización: unos pocos matojos secos y chuchurríos, de los que encima apenas quedan.

Vistos los 4 matojos que había que ver y una vez pateados un par de valles descansamos un par de días más. El espíritu de aventura se impone a las ganas de visitar más islas de Cabo Verde, por lo que nos disponemos ya, por fin, a cruzar el charco.